domingo, 30 de mayo de 2010
Joaquín Sabina cruza la equinoccial
Los recuerdos pueden desvanecerse rápido. Sin embargo, horas después del concierto mis neuronas no pueden olvidar los versos del poeta. Y es que para quien solo utiliza el lenguaje como herramienta diaria para contar historias de aventuras, es difícil buscar palabras para hablar de quien se sirve de la lengua para hacer arte y cantarle al amor.
Amor entendido seguramente no como idea trascendente ni mística. Es el amor simple que te hace vencer la lógica. No es el amor que da esperanza, es el que crea conflictos existenciales y te lleva por el camino de la fatalidad.
La idea pesimista que dice la Marycarmen debería cambiar. Esto mientras nos sentábamos en la Naranjilla Mecánica un poco pasada la medianoche del sábado para despedir el concierto junto a la Doris y el Wilfrido.
No pensé que llegaría a suceder. Poder gritar más que corear las canciones de Sabina junto a los amigos. Pero si. Aunque para ello haya que hacer cola desde la cinco de la tarde pues cuando se tienen entradas para las gradas generales del General Rumiñahui hay que despertarse temprano si se quiere una buena ubicación.
Y como el recalcó el maestro: "sin necesidad de Paris con aguacero pero una vez más....en el Pichincha sin tí".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario