domingo, 27 de septiembre de 2009
Nos sobran los motivos
Viajes de conocimiento definitivamente no son para mí. Para explorar la naturaleza, la physis, tengo mi trabajo de todos los días.
Anteriormente había mencionado el hipermodernismo, se me pasa ahora la transmodernidad de Dussel. Busco en mis viajes el conocimiento del otro, su proximidad. Vivir la fiesta puesto que:
La proximidad es fiesta, pero fiesta de la liberación y no de la explotación, injusticia o profanación. Es fiesta de los iguales, de los libres, de los justos, de los que esperan un orden de proximidad sin contrarrevoluciones, retrocesos.
sábado, 26 de septiembre de 2009
La aventura urbana
No siempre podemos dejar la ciudad. Pero siempre hay cosas que descubrir en la metrópoli del Centro del Mundo. Podemos ir al cine, donde en el Festival Cero Latitud , Alexandra fue parte del jurado.
También planeamos expediciones al teleférico, aunque al final al escalada sea en solitario porque el resto de compañeros se quedaron dormidos.
La gastronomía puede continuar festejando el reencuentro con Alexandra después de que terminó sus vacaciones. O finalmente deseándole a la Doris feliz cumpleaños con sus sabores favoritos.
También planeamos expediciones al teleférico, aunque al final al escalada sea en solitario porque el resto de compañeros se quedaron dormidos.
La gastronomía puede continuar festejando el reencuentro con Alexandra después de que terminó sus vacaciones. O finalmente deseándole a la Doris feliz cumpleaños con sus sabores favoritos.
sábado, 19 de septiembre de 2009
Patate y Baños. Motos y cuadrones
Martes 25 de agosto
La idea ahora junto con Doris era probar experiencias sobre motores. Esperé a la Doris en la Terminal de Quitumbe. Así conocimos que para cruzar la ciudad de norte a sur en trole hacen falta dos buenas horas. Tomamos un bus a las 12:15 y nos bajamos en Pelileo a las 15:30. Ahí yo pedí un simple de conejo mientras Doris hacía su esfuerzo con un churrasco.
El bus a Patate llegó a las 16:15 y a las 16:30 ya estábamos en la casa de mi madre. Doris hizo su primera experiencia en cuadrón hasta San Javier a media hora de Patate. El paisaje frutal de mi pueblo cuna creo que fue mejor que mis indicaciones poco pedagógicas sobre el uso de un motor de 250 cc.
Miércoles 26 de agosto
Después de la primera vuelta en cuadrón, salimos de Patate en bus a las 09:00 hacia Baños. A las 10:30 ya estábamos ahí preguntando por el alquiler de una motocicleta. Nos decidimos por una Yamaha DT que era la más pequeña donde yo intuía que Doris podía hacer sus pruebas. Costó 10 dólares la hora y calculamos que podíamos llegar a Río Verde y volver en cuatro horas. Tomamos ruta a las 11:00 y por la vía turística, antigua carretera al Puyo la Doris empezó a comprender el funcionamiento de las dos ruedas.
No nos apresuramos pues se trataba de una práctica, llegamos a Río Verde y entramos a conocer el Pailón del Diablo. Cumpliendo el plazo del alquiler estábamos de nuevo en Baños a las 15:00. De ahí a comer y luego a las piscinas.
Nos quedamos en un hostal en el centro de la ciudad para aprovechar la noche con una fondue y una vuelta por la vida nocturna a los pies del Tungurahua.
Jueves 27 de agosto
Tras toda la mañana en el agua y aprovechando la oportunidad de conocer más de la cosmopolita gastronomía baneña, el almuezo fue hindú, nos subimos en el bus a las 14:30 llegando a Quito a las 18:00. Y por que no, una experiencia más en moto, cruzando la ciudad hasta el norte. Despedida de la compañera de viaje con la esperanza de que deje el auto y opte por las ventajas de sentir la ciudad sin carrocería.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Última nave a Mompiche. Segundo y tercer día.
Jueves 20 de agosto
Había deciciones contrarias. Efrén pretendía conocer las instalaciones del hotel Decameron mientras que Doris y yo insistíamos en caminar sobre la arena. Ni modo, división.
Con Doris caminamos hasta dar con una bocana infranqueable. El camino playero nos recordó que nos hallábamos en un lugar lejano todavía del turismo de masas. La fauna nueva: tortugas marinas, un pez globo e innumerables cangrejos. De las tres especies, sola la última se encontraba con vida. Y recordando el cadáver de la serpiente del día anterior nos empezamos a preguntar si la naturaleza trataba de decirnos algo. De hecho cuatro grandes tortugas marinas muertas en la playa no es algo que deba suceder según los ritmos naturales.
Nos reencontramos con Efrén que e había preferido la lectura al viaje en solitario y comenzamos a preparar el almuerzo. Esta ves la solución fue más simple: papas con queso.
La tarde fue para el mar y la noche para las hamacas.
Viernes 21 de agosto
Aprovechamos nuestra última mañana en la playa para curar las heridas producidas por el sol, las hormigas y los mosquitos. El cuerpo debió acostumbrarse además a la dureza de la arena que adopta la solidez del concreto después de dos noches sobre ella.
Nos despedimos de nuestros anfitriones cocteleros prometiéndoles hacer que más gente conozca de la existencia de Mompiche. Ya sabemos que hay quien prefiere las aglomeraciones de Atacames, Súa y Tonsupa pero para quien busca lo diferente ahí está Mompiche y no se sabe todavía cuantas hermosas playas más. Y me imaginaba a mis amigos que dejé en Europa que debía estarse peleando por sus centímetros cuadrados de sol y arena. Y después preguntan por qué nos gusta vivir en el pequeño país de la Mitad del Mundo.
Partimos a las 16:10. Previamente Efrén realizó reaparaciones de emergencia en la nave. La Doris tomó el volante hasta Tonchigüe a las 17:05. Luego Efrén se puso otra vez al frente ya que la lluvia, la oscuridad y las rutas en construcción requeríande su pericia.
Tras una corta parada en la Independencia a las 20:48 llegamos a nuestar base de operaciones, la casa de la Doris al norte de Quito a las 23:40. Del mar a la montaña. Gracias país.
Había deciciones contrarias. Efrén pretendía conocer las instalaciones del hotel Decameron mientras que Doris y yo insistíamos en caminar sobre la arena. Ni modo, división.
Con Doris caminamos hasta dar con una bocana infranqueable. El camino playero nos recordó que nos hallábamos en un lugar lejano todavía del turismo de masas. La fauna nueva: tortugas marinas, un pez globo e innumerables cangrejos. De las tres especies, sola la última se encontraba con vida. Y recordando el cadáver de la serpiente del día anterior nos empezamos a preguntar si la naturaleza trataba de decirnos algo. De hecho cuatro grandes tortugas marinas muertas en la playa no es algo que deba suceder según los ritmos naturales.
Nos reencontramos con Efrén que e había preferido la lectura al viaje en solitario y comenzamos a preparar el almuerzo. Esta ves la solución fue más simple: papas con queso.
La tarde fue para el mar y la noche para las hamacas.
Viernes 21 de agosto
Aprovechamos nuestra última mañana en la playa para curar las heridas producidas por el sol, las hormigas y los mosquitos. El cuerpo debió acostumbrarse además a la dureza de la arena que adopta la solidez del concreto después de dos noches sobre ella.
Nos despedimos de nuestros anfitriones cocteleros prometiéndoles hacer que más gente conozca de la existencia de Mompiche. Ya sabemos que hay quien prefiere las aglomeraciones de Atacames, Súa y Tonsupa pero para quien busca lo diferente ahí está Mompiche y no se sabe todavía cuantas hermosas playas más. Y me imaginaba a mis amigos que dejé en Europa que debía estarse peleando por sus centímetros cuadrados de sol y arena. Y después preguntan por qué nos gusta vivir en el pequeño país de la Mitad del Mundo.
Partimos a las 16:10. Previamente Efrén realizó reaparaciones de emergencia en la nave. La Doris tomó el volante hasta Tonchigüe a las 17:05. Luego Efrén se puso otra vez al frente ya que la lluvia, la oscuridad y las rutas en construcción requeríande su pericia.
Tras una corta parada en la Independencia a las 20:48 llegamos a nuestar base de operaciones, la casa de la Doris al norte de Quito a las 23:40. Del mar a la montaña. Gracias país.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Última nave a Mompiche. Primer día.
Miércoles 19 de agosto
Sufrimos nuestros primeros tropiezos en la planificación. Los íbamos a extrañar Maricarmen, Alexandra y Wilfrido. De todas maneras a las 09:54 partimos una vez más de la casa de Doris. El auto lo puso Efrén y junto conmigo completamos un grupo que me recordó a la película “Y tu mamá también”.
Ensayamos la ruta Calacalí para evitar el tráfico pesado. Ya a las 11:30 habíamos pasado por los Bancos y a las 12:04 por Puerto Quito.
En las cercanías de Quinindé hicimos nuestra parada para el almuerzo pues a las 13:30 sentimos los rigores del hambre la cual fue aplacada con sánduches y abundante agua. Eso si, agua en copa. De hecho estábamos decididos a que este pedazo de cristal haga en nuestro viaje la diferencia entre la civilización y la barbarie.
Partimos de Quinindé a las 13:50 con la companía musical de Sabina y Aute, esta vez en casetes. Ya que si bien la nave de Efrén deboraba las distancias como un rayo, no poseía las últimas innovaciones del sonido digital.
Por Esmeraldas estuvimos pasando a las 14:48 y por Atacames a las 15:10. Sólo las saludamos de vista. No era lo que buscábamos.
A medida que recorríamos la nueva ruta empezamos a dudar de la existencia de nuestro destino pues en la carretera no había ni una sola señalización que nos indicara que nos aproximábamos a nuestro objetivo. Llegamos a Tonchigüe. La sonoridad de estos nombres nos daba el ritmo de la aventura.
Pero si, Mompiche si existía y lo conocimos al caer las 16:35. El sitio escogido para el campamento fue el Hotel “El Gabeal” que ofrece sitios acondicionados para camping por 3 dólares al día por cada persona.
Aprovechamos lo que quedaba de la tarde mojando nuestros serranos y cansados cuerpos en la tibia agua del Pacífico. Luego caminos hasta caer la noche y encontrarnos con una serpiente marina.
La nueva experiencia de acampar sobre la arena nos trajo hormigas voraces que atacaban nuestras extremidades inferiores y nuevos experimentos culinarios: pasta, champiñones, aceituna, atún, parmesano y vino.
Pero la caída del Sol no impone el fin de la vida. La tranquilidad de Mompiche nos congregó alrededor de la fogata y de dos excelentes anfitriones en un puesto de cócteles. Y ya era suficiente. A dormir y arrullarse con el sonido de las olas.
Sufrimos nuestros primeros tropiezos en la planificación. Los íbamos a extrañar Maricarmen, Alexandra y Wilfrido. De todas maneras a las 09:54 partimos una vez más de la casa de Doris. El auto lo puso Efrén y junto conmigo completamos un grupo que me recordó a la película “Y tu mamá también”.
Ensayamos la ruta Calacalí para evitar el tráfico pesado. Ya a las 11:30 habíamos pasado por los Bancos y a las 12:04 por Puerto Quito.
En las cercanías de Quinindé hicimos nuestra parada para el almuerzo pues a las 13:30 sentimos los rigores del hambre la cual fue aplacada con sánduches y abundante agua. Eso si, agua en copa. De hecho estábamos decididos a que este pedazo de cristal haga en nuestro viaje la diferencia entre la civilización y la barbarie.
Partimos de Quinindé a las 13:50 con la companía musical de Sabina y Aute, esta vez en casetes. Ya que si bien la nave de Efrén deboraba las distancias como un rayo, no poseía las últimas innovaciones del sonido digital.
Por Esmeraldas estuvimos pasando a las 14:48 y por Atacames a las 15:10. Sólo las saludamos de vista. No era lo que buscábamos.
A medida que recorríamos la nueva ruta empezamos a dudar de la existencia de nuestro destino pues en la carretera no había ni una sola señalización que nos indicara que nos aproximábamos a nuestro objetivo. Llegamos a Tonchigüe. La sonoridad de estos nombres nos daba el ritmo de la aventura.
Pero si, Mompiche si existía y lo conocimos al caer las 16:35. El sitio escogido para el campamento fue el Hotel “El Gabeal” que ofrece sitios acondicionados para camping por 3 dólares al día por cada persona.
Aprovechamos lo que quedaba de la tarde mojando nuestros serranos y cansados cuerpos en la tibia agua del Pacífico. Luego caminos hasta caer la noche y encontrarnos con una serpiente marina.
La nueva experiencia de acampar sobre la arena nos trajo hormigas voraces que atacaban nuestras extremidades inferiores y nuevos experimentos culinarios: pasta, champiñones, aceituna, atún, parmesano y vino.
Pero la caída del Sol no impone el fin de la vida. La tranquilidad de Mompiche nos congregó alrededor de la fogata y de dos excelentes anfitriones en un puesto de cócteles. Y ya era suficiente. A dormir y arrullarse con el sonido de las olas.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Desde Quito a la tierra de los pastos. Tercer día
Pudimos tomar el desayuno con la expléndida vista de la laguna. Es extraño que no se promocione demasiado este sitio pues se encuentra solamante a una hora de Pasto y la carretera está complentamente pavimentada a excepción de un pequeño tramo. Lo que no sabíamos es que precisamente este retazo de camino nos iba a ocasionar problemas.
Salimos a la diez de la mañana de Sindamanoy y treinta minutos después estábamos detenidos por un bloqueo en la carretera organizado por los habitantes del lugar para exigir a las autoridades la pavimentación del tramo de carretera faltante. No sufrimos demasiado pues unos minutos después de nuestra llegada, el paro se solucionó y pudimos pasar con dirección a Pasto a donde llegamos a las once y cuarto.
Aprovechamos el tiempo conociendo la Plaza Central de la ciudad donde se halla un monumento al Gral. Nariño, insigne representante del Siglo de las Luces en Colombia y de origen pastuso. "Tradujo e imprimió la Declaración Universal de los Derechos del Hombre" rezaba en un placa colocado en la base de su estatua.
Salimos de Pasto casi a medio día y nuestra nueva parada fue en Ipiales una hora después. Aquí Alexandra, Doris y Maricarmen encontraron favorable el precio de algunas prendas de vestir. Hicimos luego un almuerzo en la Fonda Tolimense. Yo aproveché para probar la bandeja paisa.
Dejamos Ipiales a las tres treinta y en una vez llegados a Tulcán, la preocupación de Wilfrido comenzó a manifestarse pues decidió que ya era hora de hacer el cambio de aceite en el vehículo. Era difícil encontrar algo abierto un domingo en la tarde, pero al fin logramos encontrar un lugar donde vendían el lubricante y decidimos llenar el depósito de aceite nosotros mismos.
La tarde iba cayendo mientras atrevesábamos los cañaverales del Valle del Chota y ahí conseguí que Efrén ponga algo de la música que había grabado Maricarmen a quien sentía culturalmente más próxima en los que a gustos musicales se refiere. Así que el complemento perfecto para el paisaje fueron las canciones de Héctor Lavoe. Ya llegando a Ibarra a las seis y media, Efren tomó el volante del vehículo y Wilfrido aprovechó para jugar a las cartas con Maricarmen y Alexandra. Doris iba en silencio sin inmiscuirse en el juego y como Efrén volvió a sus baladas románticas decidí que mi mejor opción era tratar de dormir.
En Cayambe faltando veinte minutos para las ocho, la parada fue para comprar los bizcochos y así hasta llegamos a Quito, otra vez a la casa de la Doris cuando eran las nueve y diez minutos de la noche. Pensé en recoger mi moto y dirigirme inmediatamente hasta mi casa en Quitumbe pero antes degustamos del chocolate ofrecido por la madre de Doris.
El cansancio y la intensidad de la experiencia que acababa de vivir me llevó inmediatamente a la cama donde comencé.....a planificar la próxima aventura.
Salimos a la diez de la mañana de Sindamanoy y treinta minutos después estábamos detenidos por un bloqueo en la carretera organizado por los habitantes del lugar para exigir a las autoridades la pavimentación del tramo de carretera faltante. No sufrimos demasiado pues unos minutos después de nuestra llegada, el paro se solucionó y pudimos pasar con dirección a Pasto a donde llegamos a las once y cuarto.
Aprovechamos el tiempo conociendo la Plaza Central de la ciudad donde se halla un monumento al Gral. Nariño, insigne representante del Siglo de las Luces en Colombia y de origen pastuso. "Tradujo e imprimió la Declaración Universal de los Derechos del Hombre" rezaba en un placa colocado en la base de su estatua.
Salimos de Pasto casi a medio día y nuestra nueva parada fue en Ipiales una hora después. Aquí Alexandra, Doris y Maricarmen encontraron favorable el precio de algunas prendas de vestir. Hicimos luego un almuerzo en la Fonda Tolimense. Yo aproveché para probar la bandeja paisa.
Dejamos Ipiales a las tres treinta y en una vez llegados a Tulcán, la preocupación de Wilfrido comenzó a manifestarse pues decidió que ya era hora de hacer el cambio de aceite en el vehículo. Era difícil encontrar algo abierto un domingo en la tarde, pero al fin logramos encontrar un lugar donde vendían el lubricante y decidimos llenar el depósito de aceite nosotros mismos.
La tarde iba cayendo mientras atrevesábamos los cañaverales del Valle del Chota y ahí conseguí que Efrén ponga algo de la música que había grabado Maricarmen a quien sentía culturalmente más próxima en los que a gustos musicales se refiere. Así que el complemento perfecto para el paisaje fueron las canciones de Héctor Lavoe. Ya llegando a Ibarra a las seis y media, Efren tomó el volante del vehículo y Wilfrido aprovechó para jugar a las cartas con Maricarmen y Alexandra. Doris iba en silencio sin inmiscuirse en el juego y como Efrén volvió a sus baladas románticas decidí que mi mejor opción era tratar de dormir.
En Cayambe faltando veinte minutos para las ocho, la parada fue para comprar los bizcochos y así hasta llegamos a Quito, otra vez a la casa de la Doris cuando eran las nueve y diez minutos de la noche. Pensé en recoger mi moto y dirigirme inmediatamente hasta mi casa en Quitumbe pero antes degustamos del chocolate ofrecido por la madre de Doris.
El cansancio y la intensidad de la experiencia que acababa de vivir me llevó inmediatamente a la cama donde comencé.....a planificar la próxima aventura.
martes, 8 de septiembre de 2009
Desde Quito a la tierra de los pastos. Segundo día
Dejamos la Calera a las nueve de la mañana. Me alegró saber que todos habíamos disfrutado de una noche plácida. Para Alexandra por ejemplo fue su primera experiencia acampando y el hecho de haber encontrado un lugar agradable, fue fundamental para comenzar el día con todo optimismo.
Volvimos en dirección al Angel y de ahí continuamos en dirección hacia Tulcán. Me gustó el toparnos con una pequeña competencia ciclística. No paramos hasta llegar casi hasta la frontera donde nos sorprendió el primer disgusto. Dado el contrabando de combustibles, la gasolina se vende racionada en el Carchi y una simple labor como llenar el tanque del vehículo requiere visistar por lo menos unas tres estaciones de servicio.
Este desaguisado se nos olvidó en cambio cuando, al llegar a Rumichaca a las diez y media preparados para un largo y cansino papeleo en el cruce de la frontera, nos enteramos de que si íbamos hasta Pasto no necesitábamos más que nuestra palabra y buena voluntad. Para esta parte del viaje yo me había asegurado el puesto en el jeep que corresponde al conductor de relevo. Es decir el que siempre va descansando en el maletero del vehículo. Dada mi cómoda posición y un selección particularmente
monótona de bachatas, me dormí hasta que llegamos a la entrada a Ipiales faltando un cuarto para las once. Decidimos ir directamente hacia las Lajas.
Me acordé aquí de mi primera visita a este lugar en compañía de mi familia. Y no se si fue este recuerdo o la impresión que me dan los santuarios contruidos con piedra volcánica negra en medio de una quebrada, que pusieron a prueba mi ánimo. También contribuyó a ello el pensar que nuestro viaje podíamos hacerlo en nombre de nuestra Universidad Salesiana, ya me comenzaba a cuestionar cuanto del espíritu de Don Bosco podía estarme acompañando. El Wilfrido compró una vela y el sitio donde la colocó me hizo recordar el verso de la
canción de los Caifanes...." te pondré en un altar de veladoras".
Dejamos las Lajas después de almorzar y estábamos entrando en Pasto un cuarto para las cuatro. Aquí si me di cuenta de que habíamos abandonado el Ecuador. A pesar de ser una ciudad pequeña, Pasto presente un cara mucho más urbana que las grises ciudadecillas ecuatorianas. No voy a mencionar cuales para no crear enemistades regionales.
Después de hacer averiguaciones respecto a un sitio para acampar se nos presentaron dos opciones: un balneario termal y la laguna de la Cocha. Recordando la buena experiencia del día anterior yo rápidamente opté por las piscinas. Wilfrido en cambio parecía decidirse por la lagunita y puso al grupo a favor de su desición. Nuevo susto para mí cuando para llegar a la laguna empezamos a subir
por la cordillera. Otra vez la preocupación de saber que no teníamos equipos necesarios para resistir una noche de frío extremo. Pero cuando divisamos la lagunami miedo se disipó al observarla en el fondo de una hondonada que aunque lógicamente fría por la altitud a la que nos allábamos, no estaba expuesta a los rigores del páramo como en un principio me había imaginado.
Mucho más cuando llegamos al borde del agua y descubrimos que no se
trataba de un lugar recóndito sino de una verdadera explotación turística con chalets, restaurantes, hoteles, embarcadero y laposibilidad de practicar deportes acuáticos. En ese momento agradecí que el grupo no hubiera escuchado mi opinión negativa respecto de este lugar que no conocíamos. Y es que esa es la verdadera escencia de la aventura: probar y probar disfrutando siemprede todas esas pruebas.
Lo siguiente fue decidirnos entre los dos lugares que nos ofrecían: un potrero y la referencia del hotel Sindamanoy. En este caso no bastó con la insistencia del Wilfrido, pues a pesar de todos sus esfuerzos, no pudimos dar con el mentado
potrero. Así que nos dirigimos hacia el el hotel que queda a diez minutos del poblado de la Cocha tomado la carretera que va al Putumayo. En realidad dimos con un sitio excelente al costado del hotel donde nos permitieron acampar e inclusive nos facilitaron una chimenea para poder cocinar la parrillada que habíamos comprado en Pasto.
Las condiciones del campamento eran más difíciles que el día anterior no solo por el frío sino además por la humedad al estar situados cerca de la laguna. Sin embargo pudimos disfrutar de la comida y del descanso respectivo en las carpas. La noche incluyó un proceso de conocimiento interno y fortalecemiento del grupo en base tener que expresar las fortalezas y debilidades que ya habíamos podido observar en cada uno de los integrantes.
Volvimos en dirección al Angel y de ahí continuamos en dirección hacia Tulcán. Me gustó el toparnos con una pequeña competencia ciclística. No paramos hasta llegar casi hasta la frontera donde nos sorprendió el primer disgusto. Dado el contrabando de combustibles, la gasolina se vende racionada en el Carchi y una simple labor como llenar el tanque del vehículo requiere visistar por lo menos unas tres estaciones de servicio.
Este desaguisado se nos olvidó en cambio cuando, al llegar a Rumichaca a las diez y media preparados para un largo y cansino papeleo en el cruce de la frontera, nos enteramos de que si íbamos hasta Pasto no necesitábamos más que nuestra palabra y buena voluntad. Para esta parte del viaje yo me había asegurado el puesto en el jeep que corresponde al conductor de relevo. Es decir el que siempre va descansando en el maletero del vehículo. Dada mi cómoda posición y un selección particularmente
monótona de bachatas, me dormí hasta que llegamos a la entrada a Ipiales faltando un cuarto para las once. Decidimos ir directamente hacia las Lajas.
Me acordé aquí de mi primera visita a este lugar en compañía de mi familia. Y no se si fue este recuerdo o la impresión que me dan los santuarios contruidos con piedra volcánica negra en medio de una quebrada, que pusieron a prueba mi ánimo. También contribuyó a ello el pensar que nuestro viaje podíamos hacerlo en nombre de nuestra Universidad Salesiana, ya me comenzaba a cuestionar cuanto del espíritu de Don Bosco podía estarme acompañando. El Wilfrido compró una vela y el sitio donde la colocó me hizo recordar el verso de la
canción de los Caifanes...." te pondré en un altar de veladoras".
Dejamos las Lajas después de almorzar y estábamos entrando en Pasto un cuarto para las cuatro. Aquí si me di cuenta de que habíamos abandonado el Ecuador. A pesar de ser una ciudad pequeña, Pasto presente un cara mucho más urbana que las grises ciudadecillas ecuatorianas. No voy a mencionar cuales para no crear enemistades regionales.
Después de hacer averiguaciones respecto a un sitio para acampar se nos presentaron dos opciones: un balneario termal y la laguna de la Cocha. Recordando la buena experiencia del día anterior yo rápidamente opté por las piscinas. Wilfrido en cambio parecía decidirse por la lagunita y puso al grupo a favor de su desición. Nuevo susto para mí cuando para llegar a la laguna empezamos a subir
por la cordillera. Otra vez la preocupación de saber que no teníamos equipos necesarios para resistir una noche de frío extremo. Pero cuando divisamos la lagunami miedo se disipó al observarla en el fondo de una hondonada que aunque lógicamente fría por la altitud a la que nos allábamos, no estaba expuesta a los rigores del páramo como en un principio me había imaginado.
Mucho más cuando llegamos al borde del agua y descubrimos que no se
trataba de un lugar recóndito sino de una verdadera explotación turística con chalets, restaurantes, hoteles, embarcadero y laposibilidad de practicar deportes acuáticos. En ese momento agradecí que el grupo no hubiera escuchado mi opinión negativa respecto de este lugar que no conocíamos. Y es que esa es la verdadera escencia de la aventura: probar y probar disfrutando siemprede todas esas pruebas.
Lo siguiente fue decidirnos entre los dos lugares que nos ofrecían: un potrero y la referencia del hotel Sindamanoy. En este caso no bastó con la insistencia del Wilfrido, pues a pesar de todos sus esfuerzos, no pudimos dar con el mentado
potrero. Así que nos dirigimos hacia el el hotel que queda a diez minutos del poblado de la Cocha tomado la carretera que va al Putumayo. En realidad dimos con un sitio excelente al costado del hotel donde nos permitieron acampar e inclusive nos facilitaron una chimenea para poder cocinar la parrillada que habíamos comprado en Pasto.
Las condiciones del campamento eran más difíciles que el día anterior no solo por el frío sino además por la humedad al estar situados cerca de la laguna. Sin embargo pudimos disfrutar de la comida y del descanso respectivo en las carpas. La noche incluyó un proceso de conocimiento interno y fortalecemiento del grupo en base tener que expresar las fortalezas y debilidades que ya habíamos podido observar en cada uno de los integrantes.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Desde Quito a la tierra de los pastos. Primer día
La madrugada del viernes 3 de julio no podía dormir. Al mediodía debía tener mi primer encuentro con la carretera y con mis nuevos amigos de viaje. Prefiero pensar que era por eso y no porque a esas mismas horas fallecía Jorge Enrique Adoum. De este suceso no me enteraría si no hasta el regreso.
Dejé el trabajo lo más pronto que pude y me dirigí hacia la casa de la Doris. Aproveché este tramo para adquirir las últimas cosas que me faltaban. Mis otros compañeros debieron haber tenido la misma idea y esto los demoró hasta casi las tres de la tarde. La despedida de Quito fue con un almuerzo de lasaña cortesía
de la madre de nuestra compañera anfitriona.
Comenzamos el viaje a las cuatro y mi idea fue que ya era demasiado tarde para lacanzar nuestro objetivo del día: acampar en los páramos del Angel. Esta primera etapa consistió en una serie de terapias grupales animadas por el Wilfrido.
Como yo ya conocía la mayoría, empecé a perder la paciencia cuando mis compañeros no acertaban a descifrar la adivinanzas planteadas por él. Era eso o que no parábamos en ninguna parte y empezaba a faltarme la nicotina en mi organismo.
Ya caída la noche hicimos nuestra primera parada en Mira. De ahí al Angel tuvimos unos treinta minutos más. Ni bien descendimos del auto me di cuenta que a pesar de la belleza nocturna del poblado andino, la idea de acampar en ese frío no era la más adecuada tomando en cuenta que nuestro equipo incluía personas que iban a hacer su primera experiencia de campamento.
No compartía para nada el optimismo de Efrén de seguir subiendo a mayor altura donde sin duda el frío aumentaría y ya me imaginaba la penuria de montar un campamento en esas condiciones. Al final primó la desición de ir abajo y poner ruta hacia el balneario termal de la Calera. Llegamos alrededor
de las nueve y todo el esfuerzo de montar el campamento y preparar la cena, se recompensó luego con el disfrute hasta el amanecer de las piscinas termales y una hoguera donde secarse antes de ir a dormir.
El lugar de la Calera es ideal para un campamento por su clima seco y templado. Está a treinta minutos del Angel y aunque la vía de acceso no está pavimentada se mantiene en buenas condiciones.
Dejé el trabajo lo más pronto que pude y me dirigí hacia la casa de la Doris. Aproveché este tramo para adquirir las últimas cosas que me faltaban. Mis otros compañeros debieron haber tenido la misma idea y esto los demoró hasta casi las tres de la tarde. La despedida de Quito fue con un almuerzo de lasaña cortesía
de la madre de nuestra compañera anfitriona.
Comenzamos el viaje a las cuatro y mi idea fue que ya era demasiado tarde para lacanzar nuestro objetivo del día: acampar en los páramos del Angel. Esta primera etapa consistió en una serie de terapias grupales animadas por el Wilfrido.
Como yo ya conocía la mayoría, empecé a perder la paciencia cuando mis compañeros no acertaban a descifrar la adivinanzas planteadas por él. Era eso o que no parábamos en ninguna parte y empezaba a faltarme la nicotina en mi organismo.
Ya caída la noche hicimos nuestra primera parada en Mira. De ahí al Angel tuvimos unos treinta minutos más. Ni bien descendimos del auto me di cuenta que a pesar de la belleza nocturna del poblado andino, la idea de acampar en ese frío no era la más adecuada tomando en cuenta que nuestro equipo incluía personas que iban a hacer su primera experiencia de campamento.
No compartía para nada el optimismo de Efrén de seguir subiendo a mayor altura donde sin duda el frío aumentaría y ya me imaginaba la penuria de montar un campamento en esas condiciones. Al final primó la desición de ir abajo y poner ruta hacia el balneario termal de la Calera. Llegamos alrededor
de las nueve y todo el esfuerzo de montar el campamento y preparar la cena, se recompensó luego con el disfrute hasta el amanecer de las piscinas termales y una hoguera donde secarse antes de ir a dormir.
El lugar de la Calera es ideal para un campamento por su clima seco y templado. Está a treinta minutos del Angel y aunque la vía de acceso no está pavimentada se mantiene en buenas condiciones.
viernes, 4 de septiembre de 2009
El motivo de un viaje
Lo más simple sería decir que seguimos una ética hipermoderna. Aquella de la que habla Lipovetsky donde el deber no implica esfuerzo ni sacrificio. ¿Viajar por placer?. Las experiencias lo dirán.
Por el momento prefiero recurrir a la fantasía. A las imágenes animes de la infancia: el capitán Raymar. Un pirata espacial del tercer milenio que no soporta con su tripulación la monotonía en que ha caído la vida en la Tierra.
Y no es que haya decidido dedicarme a atracar naves enemigas y vivir del pillaje. Pero el cuento de un corsario melancólico que parece saber sólo él cual es el verdadero motivo de sus aventuras, siempre ha tranquilizado las mías.
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