Pudimos tomar el desayuno con la expléndida vista de la laguna. Es extraño que no se promocione demasiado este sitio pues se encuentra solamante a una hora de Pasto y la carretera está complentamente pavimentada a excepción de un pequeño tramo. Lo que no sabíamos es que precisamente este retazo de camino nos iba a ocasionar problemas.
Salimos a la diez de la mañana de Sindamanoy y treinta minutos después estábamos detenidos por un bloqueo en la carretera organizado por los habitantes del lugar para exigir a las autoridades la pavimentación del tramo de carretera faltante. No sufrimos demasiado pues unos minutos después de nuestra llegada, el paro se solucionó y pudimos pasar con dirección a Pasto a donde llegamos a las once y cuarto.
Aprovechamos el tiempo conociendo la Plaza Central de la ciudad donde se halla un monumento al Gral. Nariño, insigne representante del Siglo de las Luces en Colombia y de origen pastuso. "Tradujo e imprimió la Declaración Universal de los Derechos del Hombre" rezaba en un placa colocado en la base de su estatua.
Salimos de Pasto casi a medio día y nuestra nueva parada fue en Ipiales una hora después. Aquí Alexandra, Doris y Maricarmen encontraron favorable el precio de algunas prendas de vestir. Hicimos luego un almuerzo en la Fonda Tolimense. Yo aproveché para probar la bandeja paisa.
Dejamos Ipiales a las tres treinta y en una vez llegados a Tulcán, la preocupación de Wilfrido comenzó a manifestarse pues decidió que ya era hora de hacer el cambio de aceite en el vehículo. Era difícil encontrar algo abierto un domingo en la tarde, pero al fin logramos encontrar un lugar donde vendían el lubricante y decidimos llenar el depósito de aceite nosotros mismos.
La tarde iba cayendo mientras atrevesábamos los cañaverales del Valle del Chota y ahí conseguí que Efrén ponga algo de la música que había grabado Maricarmen a quien sentía culturalmente más próxima en los que a gustos musicales se refiere. Así que el complemento perfecto para el paisaje fueron las canciones de Héctor Lavoe. Ya llegando a Ibarra a las seis y media, Efren tomó el volante del vehículo y Wilfrido aprovechó para jugar a las cartas con Maricarmen y Alexandra. Doris iba en silencio sin inmiscuirse en el juego y como Efrén volvió a sus baladas románticas decidí que mi mejor opción era tratar de dormir.
En Cayambe faltando veinte minutos para las ocho, la parada fue para comprar los bizcochos y así hasta llegamos a Quito, otra vez a la casa de la Doris cuando eran las nueve y diez minutos de la noche. Pensé en recoger mi moto y dirigirme inmediatamente hasta mi casa en Quitumbe pero antes degustamos del chocolate ofrecido por la madre de Doris.
El cansancio y la intensidad de la experiencia que acababa de vivir me llevó inmediatamente a la cama donde comencé.....a planificar la próxima aventura.
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